Marxismo, Keynesianismo y Liberalismo
A setenta años de la destrucción violenta del régimen nacionalsocialista alemán, a veinte años de la caída del bloque socialista bajo el liderazgo de la Unión Soviética, y ante las crisis recurrentes del sistema económico global, la especie humana parece dirigirse a un callejón cuya única salida sea su propia extinción. Los avances científicos y tecnológicos sólo han servido para alinear a millones de seres humanos y enriquecer a miles de empresas privadas, creando necesidades absurdas, imponiendo modas y retro-modas que no aportan nada de verdadero valor cultural, siete generaciones han sido atrapadas en redes decadentes de consumismo, corrupción, degradación moral, drogadicción, tabaquismo, alcoholismo, pobreza, egoísmo, pornografía, desempleo,enfermedades, contaminación ambiental, apatía o fanatismo religioso.
Pareciera que el gran objetivo del sistema es vaciar al ser humano, eliminar su consciencia, alejarlo de la búsqueda racional y honesta de Dios, de la convivencia pacífica y justa con los demás seres humanos y con la naturaleza e intentar llenar después este vacío con bienes materiales, drogas y vanaglorias.
Las por sí mismas llamadas “democracias” occidentales se cuelgan la medalla de la destrucción de las dictaduras comunistas como si ellos hubieran sido quienes lo ocasionaron. No toman en cuenta que la gente, los pueblos de esos mismos países que, a pesar de décadas de adoctrinamiento ideológico se dieron cuenta de que los regímenes comunistas o de “socialismo real” –como otros lo llaman– simplemente no habían cumplido sus promesas de bienestar igualdad y justicia, se dieron cuenta de que sus dirigentes se habían convertido en esos cerdos orwellianos que, brindando con las oligarquías occidentales, se embriagaban con la sangre y sudor de los ciudadanos a quienes representaban, a quienes debían sus cargos y supuestamente protegían.
No fue el capitalismo occidental quien derrotó al comunismo, fue él mismo, por ser contrario a la naturaleza humana, sin embargo, es increíble que ante tal fracaso existan todavía personas que buscan la reinstauración de un “marxismo auténtico” y aún hoy se enseñan, en las aulas universitarias de muchos países, diferentes explicaciones del porqué del fracaso, de la famosa Ley de la Tendencia decreciente de la Tasa de Ganancia y su “natural” desenlace con la autodestrucción del capitalismo para la mesiánica instauración de un futuro comunista, eterno y justo, en el cual cada hombre “recibirá de acuerdo a sus necesidades y aportará de acuerdo a sus capacidades”, visión religiosa en la que el hombre dejará de competir por ser mejor cada día, para convertirse casi en un tipo de hormiga-humana que, sin Dios, sin Estado, sin Familia, sólo hará lo que le corresponda, entregará su trabajo a la sociedad y recibirá a cambio sus alimentos, un lugar dónde descansar y posiblemente, aunque no con seguridad, la libertad de procrear hijos, aunque no la libertad de educarlos ya que de eso se encargará… ¿quién?.
Por otra parte están las escuelas económicas occidentales que aparentan formar dos bandos contrarios: Liberales y Keynesianos Los primeros, discípulos de Adam Smith y David Ricardo, por nombrar sólo a dos de sus principales fundadores, han desarrollado y continúan desarrollando enramados teóricos cada día más complejos y matematizados que descansan en una cosmovisión errónea, en la cual el hombre está solo en el universo,
que su propia naturaleza es egoísta y que hay que aprovechar ese egoísmo para aumentar la producción ya que el mercado por sí mismo (la famosa mano invisible de Smith: la interacción entre oferta y demanda) se encargará de la justa distribución de lo producido. Para los liberales lo que importa es el crecimiento económico y para ello es necesario que el Estado no intervenga demasiado en los asuntos económicos; otros liberales más radicales (Friedman, Hayek, entre otros) suponen la no intervención estatal en ningún aspecto social tan sólo como protector de las fronteras nacionales y el orden público, esta postura es radical y las personas tienen “la libertad de elegir” lo que quieran, son libres de elegir qué, cómo, cuánto y dónde comprar, son libres de tener hijos o abortar, son libres de educar a sus hijos como quieran, son libres de trabajar o no, son libres de casarse o no, incluso de casarse con otra persona de su mismo sexo, incluso son libres de intentar cambiarse de sexo. Pero de lo que no son libres son de pensar de forma diferente a lo que es correcto y válido para el Liberalismo.
Los discípulos de Keynes, por su parte, no creen en el egoísmo del hombre, pero lo consideran bastante apático y estúpido para poder autogestionarse y buscar su bienestar y el de su familia, por lo que el Estado tendrá siempre la responsabilidad tratarlo como un menor de edad y protegerlo de las injusticias del mercado, creando leyes, instituciones o empresas o nacionalizando otras para la creación de empleos, mediante combinaciones y ajustes en políticas fiscales y monetarias. Conciben a la economía básicamente como la interacción de cuatro elementos: consumidores, empresas, gobierno y sector externo, como si estos elementos no estuvieran compuestos cada uno por seres humanos, abstracciones deshumanizadas que concluyen en que lo importante es la creación de un Estado Benefactor que garantice el mayor empleo posible. No importa cómo se produzca, qué se produzca, cómo se distribuya y menos cuál sea la situación mental y familiar de quienes producen. Lo que importa para ellos es crear empleos, empleos y más empleos, qué hagan después las personas con sus vidas no importa, cada quien es libre de hacer con su existencia lo que quiera.
Durante décadas básicamente sólo se han enseñado estas tres posturas: marxismo, keynesianismo y liberalismo, por lo que las políticas económicas han girado sólo entre esas posturas y con mayor o menor éxito los países han conseguido desarrollarse y la ciencia y la tecnología han avanzado también, se ha enseñado que las condiciones generales de los trabajadores han mejorado si se les compara a las que tenían en todos los siglos anteriores, que hay ciclos económicos expansionistas y contraccionistas, que ¡el hombre llegó a la luna!, que el comercio exterior se ha quintuplicado, que se creó una clase media consumista, que se crearon instituciones que cuidan y mejoran las condiciones de vida, cierto, pero también es verdad que millones de seres humanos siguen subsistiendo en la miseria y la ignorancia, que enfermedades curables siguen cobrando la vida de millones de niños y ancianos, que las crisis económicas (por el pretexto que sea: petróleo, fraudes, etc.) continúan haciéndose presentes y de las cuales ganan siempre unos cuantos corporativos.
De esta forma, entre los interminables debates entre marxistas, liberales y keynesianos, entre los múltiples ensayos y fracasos reales en uno u otro sentido, entre el paso de estafeta de unos a otros, se ha ido conformando un verdadero sistema global que enajena a los pueblos, que desaparece el espíritu combativo y trabajador de los hombres, y parecería que la especie humana no tiene otra opción que aceptar la instauración de un gobierno mundial que trabaje para unos cuantos miles de personas que ostentan el poder tras la apariencia de una democracia verdadera y universal.
La otra opción Existe y ha existido desde el siglo XX otra opción, una opción que ha tomado diferentes nombres y matices: nacionalsocialismo, fascismo, justicialismo, falangismo, etc. Esta opción ve al hombre y a la economía de forma radicalmente opuesta a sus antecesores, opone a las ideas de egoísmo, soledad o estupidez la idea de que los seres humanos somos activos, pensantes, colaborativos, revolucionarios y transformadores, con un fin que va más allá de la propia existencia individual, una visión romántica de que el hombre puede y debe mejorarse a sí mismo sobre bases morales, con una educación científica y moral, mediante el trabajo productivo, en armonía con su propia naturaleza y con el medio ambiente que lo rodea y la interacción económica sobre la base de la competencia justa y leal de cada individuo como el gran objetivo del bienestar social, midiéndose no con indicadores macro o microeconómicos, sino en la calidad de vida real de los habitantes, se basa en el reconocimiento de las raíces culturales e historia de los pueblos, de sus lenguas, se basa en la creencia de una Providencia Única y Verdadera que está más allá de la comprensión humana, que lo ha creado y le exige un comportamiento acorde al uso de la razón que le ha otorgado, conforme a las bases morales intrínsecas sembradas en el ADN de cada ser humano.
Con base en esta concepción surgieron en las primeras décadas del siglo pasado agrupaciones y partidos políticos nacionalistas que, defendiendo primero sus creencias y cultura, lograron o intentaron en sus países alcanzar los más altos grados de desarrollo humano, mejoraron las condiciones de vida de sus pueblos, no sólo en cuanto a empleo, combate a la pobreza, aumento de la producción, comercio exterior justo, sino transformando la educación, las artes, las relaciones internacionales, el cuidado de la naturaleza, el desarrollo científico y tecnológico sin precedentes, el cuidado moral y lo más importante: la concepción que cada ser humano tiene de sí mismo y la seguridad de que actuando en colaboración con otros seres humanos buscaría ser el mejor y hacer lo mejor en cualquier cosa que se propusiera.
En todo esto destaca el ejemplo de los alemanes, quienes dirigidos por el NSDAP (siglas en alemán del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores) lograron transformar plenamente a su nación y la mentalidad de sus habitantes, pasaron de ser un pueblo derrotado militar, económicamente y moralmente a una nación vencedora en todos los ámbitos; después de una década derrotaron electoralmente a aristócratas, liberales y marxistas y una vez en el poder bastaron seis años para convertir a Alemania en la principal potencia mundial, ejemplo que era necesario destruir por quienes han intentado tener el control y esclavizar a los demás seres humanos y que sólo mediante una violencia sin paragón en la historia derrotaron, ello fue posible sólo con la manipulación mediática y el chantaje económico para que decenas de países se unieran para combatir militarmente a la única amenaza real a sus intereses, pero era ya tan sólida la convicción del pueblo germánico por conservar su nuevo modo de vida que hubo que utilizar durante otros seis años todos los recursos humanos, materiales y económicos mundiales, lucha desproporcionada de veinte a uno en materiales y tropas, para reducir a cenizas al régimen nacionalsocialista alemán, causando tantas muertes como todas las guerras anteriores juntas, y después de eso, corromper la historia para difamar al NSDAP y a sus dirigentes con una amplia, intensa, agresiva y todavía vigente campaña de “desnazificación” del pueblo alemán y el mundo entero.Durante estas décadas se ha intentado apagar y destruir por cualquier medio todos los intentos por revivir ese pensamiento revolucionario, han desvirtuado tanto la historia real que gran parte de la población mundial conciben hoy al antiguo NSDAP y a su líder Adolf Hitler casi como sinónimos de “mal absoluto”, o al menos como intolerancia extrema, como asesinos despiadados y sanguinarios, como sistemas dictatoriales totalitarios, como racistas descerebrados, como científicos sin moral alguna, como “anticristos”; han utilizado los términos “fascista” o “nazi” para representar cualquier idea que atente contra la vida, la libertad y los derechos fundamentales de la especie humana.
Así ha ocurrido durante décadas y mediante la utilización de incontables recursos humanos y económicos, del bombardeo constante para satanizar
al nacionalsocialismo, se han servido de miles de libros, películas, revistas, periódicos, programas de televisión, páginas de internet, videojuegos, conferencias, simposios, congresos, cátedras universitarias y hasta líderes o grupos religiosos evangélicos pero como mencioné anteriormente, la Providencia nos ha otorgado la capacidad de razonar y descubrir la verdad aun entre esa maraña organizada y sistemática de mentiras, y entre esas tinieblas, a través de los años y en todos los países, muchas personas hemos podido ver ese rayo de luz que nos ha llevado a preguntarnos ¿es verdad todo eso?; ¿en realidad eran tan “malos” como se dice?; ¿y si todo esto es una gran mentira?; si la historia la escriben los vencedores: ¿quién me dice que también esta parte de la historia la han escrito acorde a sus verdaderos y ocultos intereses?; si el bien triunfó: ¿por qué la humanidad se sumerge cada día más en la inmoralidad, la pobreza, las guerras y las drogas?; ¿por qué sigue habiendo guerras?; ¿quién o quiénes ganan con la muerte de millones de personas y con la destrucción de países y culturas?; ¿en verdad la humanidad está mejor que como hubiera estado si Hitler hubiera ganado?, ¿estamos mejor con su muerte y la de sus seguidores así como con la destrucción de sus ideas?; ¿y si las SS no eran esas hordas sanguinarias que Hollywood nos pinta?; ¿por qué medio millón de voluntarios de veinte países se unieron al ejército alemán para combatir a la Unión Soviética?; ¿y si en verdad Mengele no era ese sádico que disfrutaba de aplastar cabezas de otros humanos de “razas inferiores” y hacer experimentos con gemelos vivos?; ¿y si Hitler, Hess y Goebbels tenían razón?; ¿y qué tal si existiera una mínima, una pequeña posibilidad de que los "nazis” estuvieran en lo cierto?
Éstas y otras preguntas nos hemos y seguiremos haciendo los seres humanos y, al cuestionar honestamente la situación actual, al leer e investigar más allá de la “historia oficial”, al comparar los resultados reales y tangibles de las democracias con sus teorías, al comparar los discursos de sus políticos con sus hechos, al medir los resultados, nos damos cuenta de que cuanto nos han vendido e impuesto es falso, y de esta forma hemos procurado aprender cómo pensaban los nacionalsocialistas alemanes, los fascistas italianos, los falangistas españoles y otros grupos nacionalistas en cada una de nuestras naciones, qué hicieron en realidad y, al descubrir esta verdad, nos hemos llenado de orgullo por nuestra especie y nos inunda la esperanza en un destino diferente al que hoy nos quieren conducir.
Poco a poco, de forma casi clandestina, la verdad se ha abierto camino primero en cada individuo y después en pequeños grupos. Las ideas nacionalistas y románticas crecen y se consolidan cada día, las historias heroicas de la Segunda Guerra Mundial, casi epopeyas, son leídas y contadas, verdades y leyendas circulan a través de las fronteras nacionales y el ciberespacio y lograrán tarde o temprano la sinergia necesaria para cambiar el destino de la humanidad.
¿Es viable el modelo económico nacionalsocialista alemán en nuestros días?
Es sin duda una pregunta válida que muchos nos hacemos y a pesar de que en las universidades no se enseña nada al respecto, incluso se dice que no existe cosa tal como una “economía nacionalsocialista”: que era una dictadura de estado, que era un régimen que sólo trabajaba para su propio bienestar y la expansión del imperialismo económico de las empresas alemanas más poderosas, tales como Krupp, Bayer, BMW, GE, etc., que sólo buscaban expandir el Reich y convertirnos a todos en esclavos de sus granjas alrededor del mundo, a pesar de eso y justo por esos y muchos argumentos más, creemos que es necesario contestarla y para lograrlo a plenitud se necesitaría un trabajo mucho más serio y profundo que este ensayo, es necesario poner las bases para un análisis sistemático de los avances, innovaciones, logros y fracasos de la economía alemana durante el Tercer Reich.
Mucho se ha dicho y escrito respecto al crecimiento económico alemán en la década de los 1930´s, del pleno empleo que consiguieron, de sus avances tecnológicos y científicos, de la creación de la mejor red de autopistas, de la transformación de las mentalidades por medio del trabajo voluntario y la “fuerza a través de la alegría”, de su alto desarrollo deportivo, de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, de sus “autos para el pueblo”, de su comercio exterior con trueque. Destacables todos ellos por su innovación y éxitos, merecedores del más concienzudo análisis académico a pesar de la poca información estadística que queda.
Habrá que retomar algún día obras de importantes economistas como Sombart, Malthus, Lexis, Schumpeter, etc., quienes abordaron desde otra perspectiva el problema económico en cada uno de sus puntos, como el empleo, la riqueza y el comercio exterior y que sin duda fueron base de las posteriores políticas económicas nacionalsocialistas.
Entre los diferentes aportes de la economía nacionalsocialista en este escrito hablaremos en particular de la dicotomía urbano-rural y el intento por llevar a parte de la población de las ciudades alemanas a un modo de vida rural autosustentable desde la edad media, la humanidad se ha concentrado en ciudades cada vez más grandes, al principio por cuestiones lógicas como las ventajas de las aglomeraciones económicas que suponían mejores oportunidades para conseguir empleo o emplearse en algún oficio lo que hizo que la población de las zonas
rurales se trasladasen a las urbes; a partir del siglo XIX este fenómeno creció y se agravó en la segunda década del siglo XX, con la industrialización y después la tercerización (crecimiento de los servicios) de las economías se ha despoblado el campo en la mayoría de los países.
La producción de alimentos se concentra cada vez más en pocas empresas que controlan no sólo la venta y distribución de las semillas, los fertilizantes, los insecticidas y fungicidas necesarios para su producción, sino también su distribución a escala mundial y sus precios. También el agua, insumo básico para la producción agropecuaria y esencial para la vida misma está ahora en la mira de las grandes corporaciones, es imprescindible analizar las experiencias e ideas de los nacionalsocialistas ya que ellos abordaron la cuestión rural de forma absolutamente diferente.
Crearon colonias industriales en el campo, de forma tal que a cada obrero de las fábricas se le repartían terrenos para que vivieran y sembraran en familia sus propios alimentos y criaran su propio ganado, suficiente para el abastecimiento básico diario de proteínas, vitaminas, minerales y carbohidratos, se les otorgaba además un crédito sin intereses tanto para la compra de materiales y herramientas como enseres domésticos, apoyando así también la producción industrial básica y mejorando la alimentación y salud de la población, abatiendo el desempleo y logrando la unidad familiar al sacar a las mujeres del sector industrial y encargarse de las tareas domésticas, la educación de sus hijos y ayudar en la producción de sus propias huertas caseras.
Producción familiar de alimentos
A partir de este sistema de autoproducción familiar de alimentos (cebollas, papas, zanahorias, lechugas, coles, pepinos, etc.) se lograba entre otras cosas, la unión familiar, la revalorización del trabajo rural en una sociedad eminentemente urbana, un mayor respeto por la naturaleza y todos los tipos de vida existentes, la estabilidad de los precios de los alimentos, el abatimiento de las interminables cadenas de comercialización que enriquecen a los especuladores, el aumento en la producción industrial de equipos y herramientas (tubos de fierro, alambre, palas, martillos, clavos, cuerdas, fertilizantes, entre muchas cosas más necesarias para la operación de las huertas familiares). Además se les otorgaba un crédito en efectivo, a largo plazo y sin intereses para la creación y el mantenimiento de esas
huertas familiares y el traslado de vida de la ciudad al campo.
Esta podría ser una de las ideas nacionalsocialistas que pueden retomarse en el corto plazo, con nuestras ciudades superpobladas e insatisfechas de los servicios básicos: agua, electricidad, seguridad, servicios médicos y educación; utilizando los avances tecnológicos actuales, con buena infraestructura en carreteras, en comunicaciones, transporte eficiente y educación virtual es posible en un corto plazo dejarían de crecer las manchas urbanas y los cinturones de miseria, corrupción, drogadicción y vicios de toda clase que hoy caracterizan a nuestras “ciudades perdidas” y favelas, en vez de invertir miles de millones de dólares en mega proyectos de trenes urbanos, metro, sistemas de agua potable y drenaje, recursos que, por cierto, son pagados con los impuestos de la población y van a parar a los bolsillos de los accionistas de grandes empresas constructoras, podrían invertirse esas sumas en revitalizar las áreas rurales en cualquier país.
Se crearán millones de empleos de todo tipo, médicos y enfermeros rurales, ingenieros agrónomos, técnicos agrícolas, ingenieros civiles, arquitectos, albañiles, carpinteros, empleos con habilidades necesarias tanto en la construcción de las mismas huertas y casas familiares como en la creación de carretas y autopistas necesarias para tal proyecto. Se fomentará también la creación de huertas piscícolas familiares o comunitarias y el aprovechamiento de energías alternativas a las fósiles.
Un punto fundamental es que estas huertas deberán ser propiedad privada de los jefes de familia, no serán propiedad comunal (ejidos o koljojs) y menos del estado, tampoco serán parcelas arrendadas por señores feudales o caciques y el Estado tendrá la responsabilidad de ayudar y capacitar a los dueños para el buen arranque y funcionamiento de las huertas, y también de vigilar que dichas huertas cumplan con sus objetivos y no se destinen a otros fines.
Se crearán miles de pequeñas empresas que brinden servicios a las huertas, tales como renta de tractores y maquinaria pesada, servicios médicos y de distribución y venta de medicamentos por internet, bibliotecas virtuales o ambulantes en cada pueblo, academias especializadas en diversas artes y oficios, así como grandes empresas con tecnología avanzada que brinden servicios como telefonía e internet de alta velocidad para regiones rurales a precios competitivos.
Se fortalecerán las lenguas y dialectos indígenas al pararse la migración del campo a la ciudad o al exterior. Las artes tendrán un apoyo extraordinario al crearse festivales y ferias locales, que además impulsarán las pequeñas industria locales con la venta, sin intermediaciones, a precios bajos para las familias.
Esta es sólo un reflexión sobre alguna de las ideas nacionalistas que podrían retomarse, parece un sueño, pero las grandes ideas pueden parecerlo siempre, es posible, se ha hecho ya con anterioridad y se volverá a hacer en el futuro.
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