LA CULTURA OCCIDENTAL HA ABANDERADO LA DEMOCRACIA COMO MÁXIMA MANIFESTACIÓN DEL HUMANISMO Y LA CONCIENCIA POLÍTICA; PESE A TODA LA NOBLE IDEOLOGÍA QUE LA ENVUELVE, LA DEMOCRACIA DIFÍCILMENTE EXISTE, ES SOBRE TODO UNA FACHADA DEBAJO DE LA CUAL SE PERPETÚA UN RÉGIMEN PLUTOCRÁTICO.
La cultura occidental celebra la democracia como una especie de bien universal, canto político al humanismo y bandera del progreso de la civilización. Si existe un sistema democrático en un país, se nos dice, este debe der abrazado (y protegido) por la comunidad internacional. Por los ideales de la democracia —secular espiritualidad— es válido y honroso morir: una guerra tiene sustento humano solo si está maquinada para proteger estos ilustres ideales.
Más
allá de los nobles principios de la democracia que se originan en la cultura
griega —patria ideológica de Occidente—, este sistema político, en la práctica,
casi como el comunismo, es utópico. La historia muestra que la mayoría de
las llamadas democracias son en realidad fachadas de plutocracias y oligarquías
que logran ocupar el poder con relativa facilidad justamente porque son capaces
de promover la idea de la democracia. De los griegos también obtenemos el arte
de la retórica y de la demagogia, que actualmente se transforman en la
propaganda y el marketing y los cuales, aunados al poder de sugestión de los
medios de comunicación, constituyen la parafernalia con la cual se construye la
ilusión de que vivimos en una democracia.
Escribiendo para Al-Jazeera el
profesor de Yale, John Stoehr, se pregunta si la democracia es solo una
ilusión. Stoehr recupera la teoría marxista para explicar el capitalismo
en tiempo del libre mercado y del llamado 1% contra el que se manifiesta
el movimiento de Occupy Wall Street. Y es que si el modelo antiguo de la
democracia proviene de los brillantes filósofos y políticos griegos, en la
actualidad la democracia que vivimos parte del capitalismo y de sus difusos
promotores —que disuelven fronteras entre academia, gobierno y empresas. Por
supuesto este modelo tiene su punta de lanza global en Estados Unidos, el país
que ha mezcaldo indisolublemente el american dream y el star
system con la
democracia —y por lo tanto ha mezclado un sistema económico basado en el libre
mercado (y en el consumo) con un sistema político que supuestamente
permite la autodeliberación de la mayoría. Es un cliché, pero la manifestacion
de esta democracia se da, sobre todo, como la posibilidad de elegir qué
producto comprar o qué programa de TV sintonizar.
Marx
y Engels hicieron una observación básica: en cualquier periodo de la historia
las ideas que las personas consideran generalmente como las mejores y las
importantes son usualmente las ideas de las personas en el poder: las ideas
dominantes de cada época son las ideas de la clase dominante. Esto es así
fundamentalmente porque la clase dominante cuenta con los medios para promover
sus ideas —medios a través de los cuales pueden promover estas ideas y estilo
de vida sin que parezca que están promoviendo sus propias ideas y sacando
ventaja de lo mismo (estos medios son los medios de comunicación masiva y
también la misma clase política que, aceitada por el cabildeo, sirve para
promover las ideas de la clase dominante con la que en ocasiones se interpenetra).
En
Estados Unidos el neoliberalismo —responsable, en palabras del mismo Alan
Greenspan, de la crisis inmobiliaria— ha evitado ser discutido a fondo como
sistema económico justamente porque supone que todos los ciudadanos son libres
de conseguir su sueño y que cualquiera puede alzarse y obtener la riqueza
prometida. Esto evita que se debata seriamente la redistribución de la riqueza.
Se cree en teoría que, puesto que se vive en la democracia, las reglas (y
las posibilidades) son iguales para todos.
Uno de los ejemplos más notorios con los que se sesga la
democracia hacia la plutocracia en Estados Unidos es a través de los Comités de
Acción Política (PACs por sus siglas en inglés). Bajo decisión de la Suprema
Corte de Justicia estos comités no están sujetos a las leyes financieras
de campaña. Los PACs no representan formalmente a ningún candidato y por lo
tanto tienen la libertad de expresar su visión política —y su dinero— de
la misma forma que se protege en la Constitución la libre expresión.
En
teoría esta es una norma que favorece la igualdad. Un ciudadano puede gastar su
dienro para promover o atacar cualquier asunto político que desee. Pero, como
apunta John Stoehr, Estados Unidos no es una sociedad igualitaria.
Un
buen ejemplo de esto es la elección del candidato republicano a la presidencia.
Los PACs pueden recaudar cantidades ilimitadas de dinero siempre y cuando no
apoyen o se opongan explícitamente a un candidato. Pero según el Center for
Responsive Politics, solo en el 2012 han recaudado 130 millones de dólares y
gastado más de 75 millones de dólares en publicidad. De este total el 25%
proviene de solo 5 personas.
El
candidato republicano que se perfila a representar a su partido en la elección
presidencial, Mitt Romney, en los últimos dos meses ha contado con 37
millones de dólares que el comité de acción política Restore the Future ha
gastado para apoyar su campaña. Aunque este dinero supuestamente no es un apoyo
directo a la candidatura de Romney, es evidente no solo que este dinero se está
empleando para favorecerlo, sino que es la clave de su ventaja, especialmente
porque Romney no conecta con las bases duras del Partido.
Si
bien en otros países existen leyes que supuestamente garantizan el proceso
democrático, también es cierto que la mayoría de ellos —si no en todos— existen
mecanismos para que el poder económico influya en una elección y pueda colocar
a un candidato. En México, por ejemplo, tenemos el caso de una televisora
propulsando a un candidato, casi como si fuera su agencia de comunicación
personal, desde años antes de que este iniciara el proceso para obtener la
candidatura de su partido. Esta ventaja es difícil de librar —incluso si por
otro lado se cuenta con el aparato del Estado impulsando a su propio candidato.
Hay veces que los recursos de la iniciativa privada son mayores que los del
gobierno y en todo caso se da una pelea entre dos facciones que son
representativas de la mayoría.
Para
concluir queremos hacer referencia a un estudio realizado por el
investigador Iain Couzin de la Universidad de Princeton. Aplicando conocimientos de
sistemas biológicos a la política, la investigación de Couzin concluyó que para
que una democracia se mantenga al interior de una sociedad debe existir un
número limitado pero suficiente de personas que sepan todo sobre ciertos temas
y que, en consecuencia, actúen como líderes para el resto, mayoría esta que se
desintegra cuando surgen numerosos puntos de vista que tiran hacia diferentes
direcciones. De ahí que Couzin hable de una especie de “punto medio de la
ignorancia”, un sector imprescindible de personas que impidan el derrumbe del
sistema en una anarquía caótica de minorías o en la imposición de una de estas
para todas las demás.
El
trabajo de Couzin postula la existencia necesaria de una élite informada o una
élite intelectual que lidere a las “masas ignorantes” e impida la
desintegración del sistema. El problema de que la democracia solo sea
sustentable con la existencia de una élite es que supone que esta élite tendrá
una cualidad ética suficiente para no exigir o simplemente arrebatar —como un
dulce a un niño— una mayor cantidad de poder y recursos. Una clase política
similar a los filósofos que propone Platón para su utopía. Lo que sucede
generalmente es que esta élite descubre que tiene conocimientos o recursos para
manipular a la mayoría que no cuenta con la misma información o los mismos medios
para promover sus propias ideas. Y generalmente la mejor forma de orquestar
esta manipulación y mantener el poder que detentan es difundir la idea de que
todos pueden acceder a ese poder —ellos están ahí solamente temporalmente, en
virtud de la voluntad del pueblo y la libertad que brinda la democracia.
Esta es la democracia que vivimos: la realidad se convierte en simulacro.
Para
terminar algunas frase célebres sobre la democracia, que tanto nos entusiasma
pero que tan pocos resultados entrega:
“Democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la
estadística”, Jorge Luis Borges.
“Si votar cambiara algo, lo harían ilegal”, Emma Goldman.
“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en
una democracia votas primero y luego recibes ordenes, en un dictadura no tienes
que gastar tu tiempo votando”, Charles Bukowski.
“Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos
tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el
supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el
currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar “señor” al esclavo, ni hacerle
votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la
guerra para liberarlo de sus pasiones”, Louis Ferdinand Celine.
“Aquellos que votan no deciden nada, aquellos que cuentan los
votos deciden todo”, Joseph Stalin.
“Es inútil para las ovejas pasar una resolución a favor del
vegetarianismo mientras que los lobos mantienen una opinión diferente”, William
Inge.
La democracia necesita personas ignorantes para funcionar correctamente,
asegura estudio
DE ACUERDO CON UN ESTUDIO RECIENTE ELABORADO POR INVESTIGADOR DE PRINCETON, LA DEMOCRACIA NECESITA MULTITUDES IGNORANTES PARA FUNCIONAR Y NO COLAPSAR EN LA ANARQUÍA O LA TIRANÍA DE LOS GRUPOS MINORITARIOS.
Uno de las creencias más
extendidas en torno a la democracia, incluso entre personas con un conocimiento
mediano o mínimo sobre el asunto, es que este sistema político funciona mucho
mejor si quienes lo integran son personas interesadas en su entorno social y
conocedoras de ciertos temas claves de su vida política inmediata.
Sin embargo, una investigación realizada por un investigador de
Princeton podría echar por tierra esta idea. Iain Couzin asegura, por el
contrario, que sin grandes multitudes de personas francamente ignorantes, la
democracia simplemente colapsa.
Couzin es investigador posdoctoral en la Universidad de
Princeton, adscrito al Departamento de Ecología y Biología Evolucionaria de
dicha institución y sus intereses académicos se centran en los patrones
biológicos de gran escala que resultan de las acciones e interacciones de los
componente individuales de un sistema. Couzin estudia los patrones de
auto-organización de sistemas biológicos de amplio alcance como ejércitos de
hormigas, cardúmenes, parvadas, nubes de langostas y muchedumbres humanas.
En el caso del estudio en cuestión, Couzin y su equipo llegaron
a la conclusión de que la democracia, desde su punto de vista, sigue este
mecanismo: al interior de una sociedad debe existir un número limitado pero
suficiente de personas que sepan todo sobre ciertos temas y que, en
consecuencia, actúen como líderes para el resto, mayoría esta que se desintegra
cuando surgen numerosos puntos de vista que tiran hacia diferentes direcciones.
De ahí que Couzin hable de una especie de “punto medio de la ignorancia”, un
sector imprescindible de personas que impidan el derrumbe del sistema en una
anarquía caótica de minorías o en la imposición de una de estas para todas las
demás. La inclinación por lo popular —fundamentalmente nacida de la ignorancia
o el desinterés— es así la base de una sana democracia.
Lo curioso es que estos
resultados los obtuvo Couzin estudiando el comportamiento de los peces,
específicamente el de las carpillas doradas (Notemigonus
crysoleucas) que tienen un gusto natural por el color amarillo. Los
investigadores tomaron un buen bonche de estos animales y los entrenaron para
que la mayoría de ellos se volviera contra su instinto y nadara hacia un blanco
azul, mientras que el resto conservó su preferencia por el amarillo (con un
blanco de dicho color que podían seguir).
Cuando los científicos juntaron estos dos grupos, el menos
numeroso de peces pro-amarillo fue capaz de dominar a los pro-azules,
haciéndolos nadar hacia el blanco amarillo durante un 80% del tiempo que duró
la prueba (esto, al parecer, porque el instinto natural los hizo mucho más
fuertes para influir en sus compañeros). Sin embargo, cuando se agregaba un pez
que no había recibido condicionamiento previo, entonces la preminencia de los
pro-amarillo decaía y, al principio, los mayoría pro-azul tomaba el
control de la población. Couzin explica:
Agregar esos individuos cambió dramáticamente la toma de
decisiones del grupo. Estos inhibieron a la minoría y apoyaron el
comportamiento de la mayoría, lo cual permitió a su vez que la mayoría ganara
presencia y que su perspectiva dominara. Pensamos, “Bueno, esto es
interesante”, porque normalmente no piensas que agregar individuos
desinformados a los procesos de toma de decisión tenga ese tipo de efecto
democratizante.
Pero este fenómeno parece tener un límite: según Couzin si
tienes 20 individuos desinformados y solamente uno o dos con opiniones
contundentes, entonces hay mucho “ruido” y todo el proceso se paraliza.
Y si bien durante buena parte del siglo XX trasladar
observaciones de la naturaleza al plano social —algo más o menos común un siglo
antes— fue algo que desestimaron los científicos sociales de la época, quizá
las conclusiones de Couzin podrían retomarse, aun con reservas, para
preguntarnos por los fundamentos reales de la democracia más allá de los
ideales teóricos que tantos repiten.
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