El atentado ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en el Pentágono no fue dirigido contra la Oficina del Secretario de la Defensa. El blanco se situó en unas oficinas adyacentes, ala opuesta en dicho edificio. La explosión destruyó los archivos financieros y mató a los controladores financieros encargados de identificar a los beneficiarios de las malversaciones más importantes de fondos públicos de la historia.
Engaños al Congreso
El almirante Dennis Blair, seleccionado por Obama para dirigir la Inteligencia Nacional, que supervisa a las 16 agencias de inteligencia (incluida la CIA), fue comandante de las fuerzas militares en el Pacífico durante Clinton [4]. En ese desempeño tuvo un papel bochornoso durante la ocupación de Timor Oriental por parte de Indonesia en 1998, después de la caída del dictador Suharto, quien fue apoyado por EEUU.
En 1999, cuando los militares indonesios aterrorizaron a la población para frustrar las reformas democráticas, el departamento de Estado de EEUU y Clinton enviaron a Blair a exigir que pusieran fin a las masacres del general indonesio Wiranto.
En vez de eso, el almirante Blair informó falsamente al general que tenía el apoyo constante de EEUU. El gobierno extendió su respaldo a las atrocidades. Blair entonces le mintió al Congreso, informando que en la violencia solamente estuvo involucrada una pequeña unidad, cuando en los hechos los altos mandos de los militares indonesios realizaban secuestros, masacres y torturas.
Blair esencialmente estuvo al lado del general Wiranto en la matanza de civiles indonesios, en contra del conocimiento y las órdenes del Congreso de EEUU. Blair es uno de los miembros de la Comisión Trilateral (véase el tema Nº 22).
Estuvo en el directorio de Earl Dodge Osborne (EDO) Corporation, que es un subcontratista para el programa del nuevo avión de combate F-22 Raptor. También prestó servicios en la directiva de Tyco International, que fabrica pequeños componentes electrónicos usados por los subcontratistas del F-22 y otras piezas para los militares, y de Tridium, compañía de satélites.
En 2006 Blair tuvo que dimitir como presidente del Instituto para el Análisis de la Defensa (IDA, por su sigla en inglés) debido a «conflictos de intereses». El IDA evaluaba para el Pentágono el programa del F-22.
El ex general de cuatro estrellas James L. Jones fue designado como cabeza de la Agencia de Seguridad Nacional, para servir a las órdenes de Blair. Jones no sólo fue comandante de la OTAN y comandante del Cuerpo de Marines: también es miembro de la Comisión Trilateral. Prestó servicios en las juntas directivas de la multinacional petrolera Chevron, de Boeing e Invacare Corp (que produce equipamiento médico para el Pentágono) hasta diciembre de 2008 [5]. Hasta enero de 2009 fue consultor de Cross Match Technologies, compañía de biométrica que trabaja para el Pentágono y el FBI. También se desempeñó en la junta directiva de MIC Industries, que desarrolló la Ultimate Building Machine, un dispositivo móvil de construcción utilizado exclusivamente en Irak y Afganistán para desplegar rápidamente estructuras de acero en las instalaciones militares.
Recientemente, emplearon a Jones como presidente del «Instituto de Energía para el Siglo XXI», un think.tank [Instituto de Propaganda política] dependiendo de la Cámara de Comercio de EEUU.
Actualización del investigador Robert Parry
En cuanto a la significación de «el peligro de conservar a Robert Gates», esa temprana decisión del presidente electo Obama fue la primera indicación clara de que no divergiría dramáticamente de las políticas de seguridad nacional del presidente Bush. Esto reveló que Obama no tenía ninguna intención de cuestionar ni corregir la desinformación de Washington, dominada por los republicanos durante las décadas precedentes, desde que Gates fue una figura clave en muchos de esos escándalos, incluyendo el Irán-Contras y la politización de la inteligencia de la CIA, ambos precursores importantes de las desastrosas decisiones de Bush en esta década. Guardando a Gates en su puesto Obama dejó en claro que evitaría los debates susceptibles que pudieran poner a los Estados Unidos en una vía completamente diferente. En efecto, se inclinó por preservar el estatus quo.
Desde la publicación de este artículo, las intenciones de Obama solamente se han puesto más de manifiesto. Mientras retóricamente se distancia del estilo belicoso de Bush, mantiene mucho de su sustancia, con Gates y otras reliquias que son contrarios al retiro de EEUU de Irak y partidarios de fortalecer las fuerzas en Afganistán. Obama también se ha opuesto a encarar cualquier responsabilidad contra los antiguos jefes de Gates, así como el presidente Clinton barrió debajo de la alfombra los escándalos anteriores que involucraron a Gates y a las administraciones de Reagan-Bush (padre).
Gates personifica el mal permanente impregnado enWashington, por lo menos respecto a sí mismo, al punto que los medios de noticias deWashington exhiben con cierta naturalidad su escaso interés en sacar a la luz cualquier evidencia sobre las fechorías pasadas o presentes de este personaje. Gates fue un favorito oficial deWashington durante los días de Reagan-Bush, y ahora permanece.
Cuando Gates fue nombrado Secretario de Defensa por G.W. Bush (hijo) en noviembre de 2006, los grandes medios malinterpretaron totalmente su significación. La visión convencional fue que el nombramiento de Gates indicaba que Bush torcería el plan del Grupo de Estudio de Irak para desactivar la guerra.
En realidad, Gates era mucho más «halcón» que Donald Rumsfeld. Pero los periodistas de renombre nunca corrigieron su error. Seguían viendo al recién designado Gates a través de los mismos vidrios color de rosa. El programa «60 minutos» de CBS hizo un perfil reciente de Gates con elogios exagerados sobre su profunda preocupación personal por las tropas, aunque su trabajo anterior en el gobierno fijó las etapas para las guerras de G.W. Bush (especialmente la corrupción de la división analítica de la CIA) y su incalificable apoyo al envío a la muerte de miles de soldados más de EEUU.
La información crítica sobre Gates continúa llegando, sobre todo de ex funcionarios de la CIA que trabajaron con él en años anteriores y le conocen como un ambicioso consumado. Por ejemplo, el ex analista de la CIA Melvin A. Goodman dedica una parte importante de su libro «Fracaso de la inteligencia: Decadencia y caída de la CIA» al papel de Gates en el fin de la tradición de la CIA de procurar información fidedigna que sustituyó por una fabricación de inteligencia al gusto de los responsables políticos de EEUU. Durante el dominio de Gates sobre la división analítica, en los años 80, desapareció esa tradición, y la inteligencia fue apenas pulida a la manera deseada por los ideólogos de la era de Reagan.
Actualización del investigador Andrew Hughes
Desde que se publicó el artículo original, en febrero de 2009, no se ha escrito una sola línea en los grandes medios de prensa corporativo para escarbar este hurto gigante del dinero público. En realidad esto fue eclipsado por el hurto igualmente grave del dinero público que se disfrazó como «solvencia de la crisis del crédito». La suma del último timo supera casi 5 veces los 3.4 billones robados por el Departamento de Defensa.
Los dos nuevos designados, William Lynn y Robert Hale, revelaron el 7 de mayo que el presupuesto de Defensa propuesto para 2010 aumentará los gastos en un 4%, para llegar a 663.8 mil millones de dólares. Esto ocurre en una época en que la población empobrece por el desempleo creciente, mientras se encogen los programas sociales federales y de los 50 estados, y se transfiere la riqueza de los hogares estadounidenses al cártel financiero-bancario de Wall Street.
El tema más destacado en el artículo original no era sólo la desaparición de 3.4 billones de dólares del Departamento de Defensa, sino que estos negocios son una costumbre fuera del control del gobierno que, incluso con el cambio de inquilino en la Casa Blanca, continúan robando sin interrupción a sus propios ciudadanos.
Cuando escuchábamos los discursos de la campaña de Obama el año pasado, donde acentuaba la importancia de Afganistán como nuevo frente de «guerra antiterrorista», guerra evasiva, interminable y no-ganable, era obvio que detrás de todo el concepto de sus discursos y la deificación de los grandes medios estaba a la vista la agenda de Zbigniew Brezinski y el Proyecto por un Nuevo Siglo Americano (la plataforma ideológica de G.W. Bush), pero hicieron un nuevo paquete con un personaje que representó el slogan «Cambios en que podemos creer».
Los acontecimientos -desde que originalmente fue publicado mi artículo- sólo han acentuado la falta de compromiso con cualquier contabilidad sólida de las cajas públicas. No se ha encargado ninguna investigación sobre los billones que faltan; ni se han hecho preguntas con respecto a ese crimen a Donald Rumsfeld, William Lynn y Robert Hale; el Departamento de Defensa aumentó su gasto; se extendió la guerra en Afganistán; los poderes de EEUU en la región están desestabilizando a Paquistán; Obama es responsable del asesinato de centenares de civiles paquistaníes por los Aviones depredadores teledirigidos (Predator Drones), aviones sin piloto teleguiados por agentes de la CIA; y las promesas de terminar la guerra en Irak se han ignorado, ofuscado y reciclado dentro del doble discurso político.
Todos estos discursos demuestran el hecho de que el gobierno y la Industrial- Militar es una unión simbiótica de sus propios intereses, de la avaricia y lujuria por el poder en un nivel nunca antes visto en la historia de la humanidad. Es importante adoptar un punto de vista sobre la corrupción que se ha destacado en este artículo para considerar su verdadera naturaleza y de cómo se teje la telaraña que mantiene unido al sistema.
Este sistema ha estado creciendo constantemente, durante las últimas décadas, y se ha asegurado contra cualquier investigación o consecuencia real, cooptando a los grandes medios con adquisiciones corporativas de las compañías de noticias por parte de contratistas del Departamento de Defensa y la colocación de empleados del Pentágono y personal de la CIA en estas mismas compañías propietarias de grandes medios noticiosos.
Pero el logro por excelencia de este sistema es el hecho de que Donald Rumsfeld puede anunciar en una rueda de prensa pública el 10 de septiembre de 2001, sin ningún miedo al procesamiento o al contragolpe del público, que faltan los billones de dólares, que no habrá investigación y que no detendrán a nadie responsable. Hemos visto exactamente la misma arrogancia con respecto al escándalo de la tortura, al escándalo del apoyo urgente a los banqueros, al escándalo de la guerra de Irak y al avance de la red estatal policial establecida por el Departamento de Seguridad de la Patria para etiquetar como «terrorista» a cualquier persona que discrepe con la política del gobierno o que crea en la Constitución de EEUU.
Se necesita iniciar con urgencia una investigación sobre los billones que faltan en el departamento de Defensa como precursora de posteriores investigaciones sobre la gran corrupción perpetrada por el gobierno de EEUU. Será alcanzada solamente con despertar a la realidad, refutando las mentiras de los grandes medios y comprendiendo la profundidad de la corrupción y cómo destruirá lo que queda de la Constitución, de la confianza pública y de la libertad real.